Cuando se publicó el libro en el que se inspira la serie Gamorra en 2006, una decena de personas habían sido asesinadas en la misma semana en Nápoles sin que la noticia se publicara en primera página de ningún periódico. La ciudad vivía inmersa en un universo camorrista. Los años del plomo por las guerras intestinas sumaron miles de víctimas inocentes.

En los últimos 25 años, ascienden a 4.000 los asesinatos cometidos en Europa por criminales poco profesionales, pero sanguinarios. Durante un tiempo, Secondigliano, el mayor mercado de la droga de Europa, llevó a los clanes a duros enfrentamientos entre 2004 y 2007 con más de 200 víctimas inocentes asesinadas en medio de batallas campales callejeras en las tres últimas décadas. El 50% de los negocios en Nápoles, según la policía, asume las extorsiones de la Camorra de alguna manera.

Una seña de identidad de Gomorra es que no hay buenos y malos: todos son malos. La serie descubre los aspectos menos conocidos de la Camorra, como el enfrentamiento entre los propios clanes, su repercusión económica y política, el impacto que provoca en los barrios más pobres, la compra y distribución de drogas y la extensión de sus negocios en el extranjero.

Pero también denuncia una realidad muy descarnada: el reclutamiento de chavales para la causa, niños y adolescentes ávidos por formar parte de una organización que les facilitará alcanzar sus sueños de poder y riqueza. La realidad en Nápoles ha terminado por imitar a la ficción, ya que, según la policía, miles de jóvenes imitan las hechuras de los protagonistas de la serie, creyéndose invencibles. Ya lo comentaba el propio Roberto Saviano: "Los criminales buscan su identidad en mis historias"..